Hace no más de 30 años el consumo de agua embotellada no pasaba de ser una curiosidad o recomendación para cuando estábamos enfermos como parte de una terapia para recuperarnos. Algo ha pasado durante ese tiempo para que hoy en la mayoría de los hogares encontremos botellas de agua de las más variopintas: Carbonatadas, edulcoradas, vitaminizadas y hasta… Con gusto a agua.
¿Qué es lo que ha pasado? Simplemente, que a fuerza de machacarnos con publicidad y lobby sanitario, se ha convertido en un artículo de primera necesidad y un fastuoso negocio para algunos, cuando no, que no escatiman esfuerzos en tratar de consolidarlo y agrandarlo.
La imagen de una esbelta veinteañera, vestida con ropa deportiva y acarreando su infaltable botella de agua, nos ha carcomido el cerebro.
Las grandes compañías alimenticias y de gaseosas han desarrollado intensas campañas para fomentar el consumo de esta agua bajo la santa apariencia de una recomendación médica (falsa o por lo menos cuestionable) de la necesidad de consumo de 2 litros diarios. Es real la necesidad de mantener hidratado el cuerpo y más cuando nos exponemos a condiciones extremas, pero como todo, no siempre su ingesta en esas cantidades es saludable cuando también la ingerimos con otros alimentos sólidos o líquidos.
Se trata entonces de un negocio lucrativo que como tantos nos han impuesto para desgracia de nuestros bolsillos.
Lo terrible del tema es que, salvo un puñado de marcas que embotellan aguas de fuentes naturales, gran parte de las marcas más difundidas se limitan a embotellar el mismo agua que podemos obtener en nuestros hogares abriendo el grifo.
No menos significativo es el hecho de que con el embotellamiento y venta hacen comercio exclusivo de unos recursos que nos pertenecen a todos y cuyo saneamiento se sostiene con el erario público. Además no es abundante, máxime si tenemos en cuenta que casi un tercio de la población mundial no tiene acceso al agua potable.
¿Será el próximo negocio el aire? Seguramente las líneas aéreas, empeñadas en vender todo cuanto sea posible, lo estarán estudiando; y luego podría extenderse a las grandes ciudades, dado el nivel de contaminación ambiental en ascenso. Nadie debería sorprenderse